EL SITIO DE MI RECREO





- ¿Ves ese hipopotamo? ¡Es enorme!. Claro, cariño... es un hipopótamo... ¿Qué esperabas?- Cuando yo muera no quiero ir al cielo, quiero convertirme en un gran y gigantesco hipopótamo.. Tendrás, pues, los dientes muy grandes.- ¿Tú no vas a ser un hipopótamo conmigo?. Mmm.. la verdad es que no tengo grandes planes para mis siguientes vidas, pero en caso de que pudiese elegir aspiraria a algo mejor.. ¿Qué?. ¡¡Venga ya!! ¿No te irás a enfadar?- No. Entonces, ¿Qué?- Nada.- Tú nunca quieres hacer nada conmigo.... Entonces esto de venir al zoologico ¿Qué es?- No me refiero a eso.Soliamos tener conversaciones de este estilo, normalmente yo parecía ser el más escéptico y poner sobre la mesa, los valores principales que movian el mundo.Sin embargo, en mi interior divagaba mucho mas de lo que ella expresaba con palabras. Me sumergia en su mundo y me dejaba llevar por la corriente de su acento. Hay gente que piensa que el amor, se basa en una querencia, en un bienestar ofrecido por la otra persona, y yo también lo creia, incluso entonces, pensaba que era suficiente con estar alli y que ella también lo estuviera. Lo fantástico ya lo ofrecian las películas, los libros o las historias que me contaba mi primo Jean Paul, francés de pura casta y que siempre parecía recién sacado de algun libro de un vulgar fantoche romántico del siglo pasado. No obstante y aunque parezca dificil de creer lo fantástico siempre esta mucho más cerca de lo que parece, si no lo disfrutamos más amenudo es porque ya no somos tan sensibles a la belleza y es más cómodo no es forzarse por conseguirla.Un día como otro cualquiera, me acerque a su casa, estaba realmente cerca de la mia y solo me ocupaba un paseo de unos cinco minutos, dos si iba corriendo. Viva sola pues ya estaba en la universidad y se habia ido de su casa el año anterior, yo era meses menor que ella, pero aun no habia entrado a la universidad porque habiamos nacido en años diferentes, pese a todo ella era en apariencia y de puertas para fuera mucho más infantil, por jugetona y dicharachera, que yo, pero de puertas para dentro y cuando la conocias con profundidad repateaba a todos aquellos que la criticaban y hacian trizas de su persona por cria. Su habitación siempre olía a vainilla, habia siempre un cajon lleno de incienso de ese olor, fumaba tabaco de vainilla y usaba una colonia que también desprendia este olor, su mundo era amarillo , de sol, espiga y deseo, también de jarrones con flores marchitas, no por descuidada sino porque le gustaban más así, de hecho solía decir cuando le regalaban una flor 'Dentro de una semana va a estar preciosa'. Me tumbe en la cama, era verano pero aun estaba cubierta con un edredón, en ese momento sono la llave, aún se me aceleraba el corazón cuando ella se acercaba o estaba cerca de mi. Cuando entro en la habitación soltó un pequeño gritito y se abalanzó sobre mi para abrazamarme.Estuvimos mirandonos durante cinco minutos o quizás cincuenta, no lo sé, el tiempo cobraba unas medidas diferentes cuando estabamos juntos, unas medidas que entre nosotros eran discernibles pero que no sabriamos explicar al resto del mundo. Pero, ese día y por primera vez en medio año tuve miedo, su mirada era distinta. Ya no revosaba la frescura de siempre y se podía intuir en ella el cansancio de lo que sin saberlo para mi lo era todo. Y después de todo este tiempo, tuve la necesidad de aferrarme a ella, de que no desapareciera, de hacerla mia para siempre. Quise darle todo, ofrecerle el mundo, mi mundo. Ese día, el día que aprendi a amarla era demasiado tarde. Ese 'No me refiero a eso'. Ahora podía entender a que se refería. A todo lo que ella me había dado sin condiciones. Ahora era demasiado tarde. Temí que en cualquier momento se levantara para pedirme que me marchará y que por favor no volviera nunca.Pude sentir con los ojos cerrados como se desaferraba de mi, y poco a poco se incorporaba. Cuando abri los ojos estaba alli, de pie, frente a mi y dijo con un susurro:- Aun no me he rendido.Sonrei. De hecho desde ese día sólo he podido sonreir. Su luz, su vida, ahora han inundado mi vida de verdad, han calado cada poro y se ha instalado en mi interior. Su mirada como mar informal, se ha fundido cada día con la mia haciendo tan solo una. Estar a su lado es como volver al lugar de donde naci, volver a ser feliz. Jugando con mi niña adulta, en el sitio de nuestro recreo,yo el de ella, ella el mio; donde como Peter Pan luchamos por ser niños con conciencias de adultos. Niños enamorados, en un juego cuyo principal objetivo es mantener sujetas sus manos, firmes, fuertes, sin dudas, disfrutando de este maravilloso juego.

1000 Años de sueños (Cap5)


Una Madre vuelve a Casa cap5

El chico ha perdido la sonrisa pero lo niega. -No seas tonto, Kaim. ¡Mira! Estoy sonriendo, ¿ves?

Fuerza una sonrisa y deja ver sus dientes marfileños, que contrastan con su piel morena. -Si esto no es una sonrisa, ¿Qué es? Kaim asiente el silencio. Le da una palmada en el hombro como para decir: “Claro, claro” Venga, en serio, mírame. Estoy sonriendo ¿vale? -Sí, estás sonriendo.
Bueno, déjalo. Venga, vamos.





El chico es afable y abierto. Se hizo amigo de Kaim en seguida mientras los demás habitantes del pueblo se mantenían alejados del “extraño forastero”. Tampoco es que el chico eligiera al milenario Kaim como amigo.

Lleva a Kaim a la taberna, que hoy todavía no ha abierto. Odio pedirte que hagas esto pero...si no te importa, por favor. La voz del chico parece haberse apagado. En la taberna hay un hombre que emite un alarido de borracho. Hoy parece más perjudicado de lo normal. Kaim reprime un suspiro y entra en la taberna. El hombre que ocupa el taburete es el padre del chico, ebrio de nuevo ya al mediodía. El chico ha venido para llevárselo a casa. Mira a su padre con ojos tristes.

Kaim toma al padre por el hombro y aparta de él con disimulo la botella de whisky. -Ya basta por hoy- dice. El hombre se quita de encima el brazo de Kaim y se derrumba sobre la barra. -Os odio- gruñe. Lo sé -dice Kaim-. Pero es hora de volver a casa. Ya has bebido bastante. Óyeme bien, Kaim. ¡Vagabundo! Os odio. Os odio tanto, tanto, tanto.

El padre siempre se pone así cuando se emborracha: Maldice a todos los “vagabundos”, se pelea con cualquiera que tenga aspecto de viajero y termina durmiéndola en el suelo. Su hijo es demasiado pequeño para llevárselo a casa. Kaim suspira y vuelve a sostener al padre bebido para que no se caiga del taburete.

El chico mira a su padre, sus ojos dos pozos de tristeza, rabia y lastima. Cuando mira a Kaim, se encoge de hombros como para decir: “Lamento hacerte pasar por esto”. Sin embargo, Kaim está acostumbrado. Lleva un año viendo al padre como una cuba casi a diario, desde que el chico y él se quedaron solos. -Oh, vamos...-dice el chico forzando una sonrisa como si se resignara a la situación-. Pobre papa...Pobre de mí.

Con el padre apoyado en el hombro, Kaim sonríe al chico y le dice: -Si, pero procura no acabar emborrachándote igual que el. Perdona -replica el chico sacando el pecho-. A veces los niños aguantamos más que los adultos. Kaim amplia la sonrisa, como dándole la razón. “Claro que la tengo”, contesta el chico con la sonrisa que le devuelve. Es la única que el niño de diez años ha conseguido esbozar en todo el año: Tan amarga que te entumecería la lengua si pudieras saborearla.

La madre del chico (la esposa del padre) se marcho de casa hace un año. Se enamoro de un vendedor ambulante y abandono al chico y a su padre.

-Mama estaba aburrida -dice el chico con frialdad al recordar la infidelidad de su madre-. Se canso de hacer lo mismo cada día. Entonces lo conoció. A la tierna edad de diez años, el chico ya ha aprendido que algunas historias hay que contarlas con naturalidad.

El padre nació y se crio en este pueblo y trabajaba en la oficina de la administración. No tenía ningún talento especial, aunque su oficio no requería ningún virtuosismo ni demasiada inteligencia. Lo único que tenía que hacer era cumplir órdenes con diligencia y sumisión, y eso era exactamente lo que hacía, año tras año, sin causar nunca ningún problema. -Decía que nuestra vida era “tranquila”, aunque mama no opinaba igual. Se quejaba de que era “normal” y “aburrida”. Le atrajo la vida del astuto vendedor ambulante. Le parecía arriesgada y emocionante, como caminar por lo alto del muro de una prisión, si pisas mal, acabaras encerrado.

-Papa le decía a mama que el vendedor le estaba engañando, que solo la quería por el dinero, pero no conseguía hacérselo entender. Mama se había olvidado de nosotros. Con absoluta objetividad, como si lo viera todo desde fuera, el chico reflexiona sobre la tragedia que hundió a su familia. -Había oído que el amor es ciego. ¡Vaya si lo es¡- exclama a la vez que se encoge de hombros y esboza una sonrisa sardónica de adulto desengañado.

Kaim guarda silencio. También se dice que los niños deben ser inocentes, aunque algo así no debe de tener mucho sentido para un pequeño que ha perdido el amor de su madre. Y aunque Kaim intentara hablar con él, el chico intentaría quitarle importancia con una media sonrisa y diciendo: “ A veces los niños aguantamos más que los adultos.”

El padre del chico, sin embargo, muestra su desagrado cuando su hijo se expresa como si fuera mayor. -Este mocoso ha espabilado mucho. Ahora me desprecia. Cree que soy patético. En el fondo ríe de mí por dejar que mi esposa se fuera con otro, el maldito. Le molesta sobre todo cuando esta borracho. Entonces su desprecio asfixia el cariño que siente por su hijo. A veces incluso lo abofetea, o lo intenta. Cuando se ha pasado con la bebida. Al niño no le cuesta esquivar los sopapos, con lo que su padre termina cayéndose al suelo.



Pero aunque se esté ahogando en un mar de licor, a veces recupera la cordura y empieza a hacer preguntas. -Dime, Kaim, tu llevas mucho tiempo viajando, ¿verdad? Pues sí. ¿Es tan emocionante como parece? Visitar ciudades desconocidas, conocer gente nueva no puede ser tan...¿Tan maravilloso es que lo dejarías todo por vivir siempre así? Pregunta lo mismo una y otra vez. Kaim siempre responde lo mismo. Unas veces disfrutas más y otras menos. No sabe que mas decir.

-Sabes, Kaim, nunca he salido de este pueblo. Tampoco mi padre, ni mi abuelo, ni mi bisabuelo ni ninguno de mis ascendientes. Siempre hemos vivido y muerto aquí. La familia de mi esposa también. Llevan generaciones echando raíces aquí, así que no entiendo porque lo hizo. ¿Por qué se marcho?, ¿Por qué esa necesidad acuciante de dejarnos a mí y su hijo? Kaim sonríe sin decir nada. No se puede responder a algo así con palabras. Por mucho que intentara explicársela, la razón por la que algunas personas se lanzan a la aventura no se puede hacer entender a quienes no sienten esa ansia. El padre es de los que nunca entenderán.

Incapaz de obtener una respuesta de Kaim, se hunde de nuevo en un mar de embriaguez. -Tengo miedo, Kaim-confiesa-. Tal vez mi hijo también lo haga. Puede que algún día se marche y me deje aquí solo. Cada vez que lo oigo hablar como un adulto, me asusto tanto que no lo soporto.

La madre del chico acaba regresando. El vendedor ambulante le quito todos sus ahorros y en cuanto vio que ya no le serbia para nada, la dejo. La madre, deshecha física y mentalmente, solo tiene un sitio al que ir, el hogar que abandonó. Primero envía una carta desde el pueblo vecino, de la que su marido, después de leerla una y otra vez con el corazón emponzoñado de licor, se ríe burlonamente. -Le está bien empleado a esa bruja. Se deleita haciendo pedazos la carta delante de Kaim, sin enseñársela antes a su hijo.

Kaim se lo cuenta al chico y le pregunta: ¿Qué quieres hacer?. Decidas lo que decidas, cuenta conmigo. ¿Decida lo que decida? -repite el pequeño con su sonrisa de desencanto-. Si quieres marcharte de este pueblo, te proporcionare dinero suficiente para que te las arregles durante una temporada -dice Kaim-. Puedo hacerlo Su semblante es de absoluta seriedad.

El padre no tiene la menor intención de perdonar a su esposa. Seguramente la rechazara si esta se presenta, y tal vez incluso ponga una sonrisa de venganza. No obstante, Kaim sabe que si la madre no vuelve al hogar y abandona el pueblo para siempre, el padre volverá a beber cada día, maldecir la infidelidad de su esposa, a lamentar su suerte, a pagarla con los forasteros y a mostrar todo el tiempo lo peor de sí mismo a su hijo. Las largas temporadas que Kaim ha pasado en el camino se lo han enseñado. Viajar continuamente significa conocer todo tipo de gente y no cabe duda de que el padre del chico es uno de los hombres más débiles con los que se ha tropezado nunca.

Podrías reunirte con tu madre y vivir en otro pueblo. O, si prefieres ir solo a alguna parte, yo podría conseguirte un trabajo. Kaim cree que cualquiera de las dos opciones es preferible a que el chico siga viviendo así con su padre. Pese a todo, el chico, que parece intrigado, mira a Kaim a los ojos y le muestra sus dientes blancos. Llevas mucho tiempo viajando, ¿verdad, Kaim? Pues si ¿Siempre solo? Unas veces sí y otras no... -Hmm... El chico asiente con la cabeza y, con el gesto sombrío de un adulto, dice- No acabas de entenderlo, ¿verdad? ¿El qué? Con todo lo que habrás viajado y todavía no has comprendido lo más importante. Su sonrisa triste se vuelve tan amarga como de costumbre.

Tres días más tarde Kaim entiende a que se refería el pequeño. Una mujer de aspecto cansado y vestida con harapos sale de la carretera y entra en el mercado. La gente se aparta de ella y se queda mirándola, de tal manera que forma un circulo a su alrededor. La madre del chico ha vuelto.

Este se abre paso entre la multitud y entra en el circulo. En cuanto la madre ve a su hijo, una sonrisa se abre entre sus mejillas abrasadas. Paso a paso, el niño se va acercando a su madre, demacrada y sonriente. Al principio vacila, pero en seguida se arroja a sus brazos. Llora. Sonríe. Por primera vez desde que lo conoce, Kaim lo ve sonreír como un niño inocente.

Lo siento. Lo siento mucho. Por favor, perdóname... -suplica su madre, bañada en lágrimas-. Aprieta la cabeza de su hijo contra su pecho y dice, sonriendo a pesar del llanto: ¡Cuánto has crecido!. Luego añade: Nunca volveré a abandonarte. Me quedare contigo para siempre...

Los curiosos que están más cerca de la taberna se agitan extrañados.

Ahora es el padre quien se abre paso entre la gente hasta llegar al círculo. Está borracho. Tambaleándose, se hacer a su esposa a su hijo. Mira a su mujer. El chico se queda entre ambos para proteger a su madre. ¡Papa, no! -grita-. Mama ha vuelto. Ya está bien, ¿no?. ¡Perdónala, papa, por favor! -exclama sollozando-. El padre no contesta. Los mira y cae de rodillas con los brazos abiertos.

Los abraza. La familia desmembrada está completa de nuevo. Papa, por favor. El niño llora y ríe. La madre solloza. El padre gime de pura rabia. Kaim, que ha contemplado toda la escena desde el fondo de la multitud, se da media vuelta.

¿Te vas de verdad? -le pregunta el niño a Kaim una y otra vez mientras lo acompaña a la salida del pueblo-. Si. Quiero atravesar el océano antes de que llegue el invierno. Papa ya te echa de menos. Dice que confiaba en que a partir de ahora podríais beber juntos en la taberna. Ya beberás tú con él cuando crezcas. ¿Cuándo crezca? -el chico ladea la cabeza, un tanto avergonzado, y murmura-. No sé si seguiré aquí por entonces.

Nadie lo sabe, por supuesto. Puede que de aquí a unos años el padre se vuelva a dar a la bebida porque si hijo ha abandonado su pueblo y a su familia. Y aun así... Kaim recuerda algo que olvido decirle al cobarde padre del niño. Lo llamamos “viaje” porque tenemos un hogar al que regresar. No importa cuantas vueltas de una persona ni cuantos errores cometa; mientras tenga un hogar al que volver, siempre podrá intentarlo de nuevo.
No lo entiendo -dice el niño-. Kaim recuerda algo más.

Sonríe por mí -dice por última vez poniendo la mano en el hombro del chico-.
¿Así? Le enseña sus dientes níveos y sus mejillas se arrugan levemente. Por fin puede sonreír como un niño feliz.

-Ahora te toca a ti, Kaim.
Er...Claro. El chico escruta la sonrisa de Kaim como si fuera a clasificarla. -Tal vez un poco triste -dice-. El hecho de que bromee hace que sus palabras duelan más. El niño sonríe otra vez como para instruir a Kaim. -Bueno -dice sacudiendo la mano-. Hoy me voy de compras con papa y mama. Kaim le devuelve la sonrisa y echa a caminar.

Entonces oye al chico gritar su nombre por última vez: -¡Aunque esto sea un adiós, no pienso llorar, Kaim! ¡A veces los niños aguantamos más que los adultos! Kaim, sin mirar atrás, responde despidiéndose con la mano. La expresión del chico cambiaria si cruzaran la mirada. Decide ser fuerte hasta el final.

Kaim sigue adelante. Tras un breve descanso, su viaje sin un hogar al que regresar comienza de nuevo. Un viaje sin un hogar al que regresar: los poetas lo llaman “errar”.

1000 años de sueños (cap4)


En la mente del Cautivo cap4






Sabe que es inútil.

Pero no puede reprimir el impulso que brota del interior de lo más hondo de su cuerpo.

Necesita hacerlo, arrojar su cuerpo entero contra los barrotes.

No sirve de nada.

Su cuerpo simplemente rebota contra los gruesos barrotes de hierro.

-¡Número 8! ¿Qué demonios estás haciendo?

El grito furioso del guardia resuena por el corredor.



Nunca llaman a los prisioneros por su nombre, solo por los números de sus celdas. Kaim es el número 8.

No dice nada. En su lugar, arremete con el hombro contra los barrotes.

Los sólidos barrotes de hierro nunca se mueven. Tan solo le dejan un dolor sordo y pesado en los músculos y huesos condicionados a la perfección.

Esta vez, en lugar de gritar de nuevo, el guardia hace sonar su silbato y los otros guardias vienen corriendo desde su puesto.

-¡Número 8! ¿Qué hace falta para que lo entiendas? ¿Quieres que te metamos en la celda de castigo? A mi no me mires así. Empieza a resistirte y todo lo que conseguirás será quedarte más tiempo aquí.

Sentado en el suelo de su celda, con las piernas separadas, Kaim ignora los gritos del guardia.

Ha estado en la celda de castigo muchas veces. Sabe que lo han tachado de "prisionero altamente rebelde".

Pero no puede evitarlo.

Algo se retuerce dentro de él.

Algo cálido atrapado dentro está bullendo y convulsionándose.

-Vaya, un héroe de guerra has resultado ser. Aquí no vales nada. ¿Qué te pasa, soldadito? ¿No puedes hacer nada sin un enemigo mirándote a la cara?

El guardia de al lado se burla de Kaim con una carcajada.

-Lo siento mucho por ti, colega, aquí no hay enemigos. Tampoco nadie de tu bando. Te hemos encerrado completamente solo.

Cuando los guardias se marchan, Kaim se enrosca en el zulo, agarrándose las rodillas, con los ojos muy cerrados. Completamente solo...

El guardia tiene razón. Pensé que estaba acostumbrado a vivir solo. En el combate, en la carretera.

La soledad de esta prisión es más profunda que cualquiera que haya sentido antes.

Y da más miedo.

Paredes por los tres lados, y más allá de los barrotes nada salvo otra pared cerrando el estrecho corredor.

Esta mazmorra se construyó para evitar que los prisioneros se vieran, o que incluso sintieran la presencia de otros.

También la falta total de cambio en la vista paraliza el sentido del tiempo. Kaim no tiene ni idea de cuántos días han pasado desde que lo metieron aquí.

El tiempo sigue fluyendo, eso es seguro. Pero sin un sitio al que ir, simplemente se estanca dentro de él.

La verdadera tortura que infringe una prisión a un hombre no es privarle de la libertad ni obligarle a sentir la soledad.

El auténtico castigo es tener que vivir en un sitio en el que nada se mueve jamás dentro de tu campo de visión y el tiempo nunca discurre.

El agua de un río nunca se pudre, pero enciérrala en un recipiente y eso es exactamente lo que hará con el tiempo.

Aquí ocurre lo mismo.



Quizás partes de su cuerpo y su mente muy dentro de él ya han empezado a despedir un hedor a podrido.

Kaim, consciente de ello, se levanta del suelo de nuevo y se estampa contra los barrotes una y otra vez. No existe la más remota posibilidad de que al hacerlo se rompa un barrote. Tampoco piensa que pueda lograr escapar de esta forma. Aun así, lo hace repetidas veces. No puede evitarlo. Tiene que hacerlo una y otra vez.

En cada intento, justo antes de que su cuerpo choque contra los barrotes, durante una fracción de segundo, un soplo de viento le toca la mejilla. El aire inamovible se mueve, aunque solo sea por ese breve intervalo. El tacto del aire es lo único que le da a Kaim un indicio incompleto de fluir el tiempo.

Los guardias vienen corriendo con caras cargadas de ira.

Ahora veo formas humanas donde antes solo había una pared. Eso solo es suficiente para animarme. ¿Acaso los guardias no comprenden eso?

-Muy bien, número 8, te toca la celda de castigo. Veamos si tres días allí te calman las ideas.

Los labios de Kaim se relajan en una sonrisa cuando se oye la orden.

¿Es que estos tipos no lo entienden? Ahora el paisaje cambiará. El tiempo empezará a fluir de nuevo. Eso me reconforta.

Kaim ríe en voz alta. Los guardias le atan las manos a la espalda, le ponen cadenas en los tobillos y se dirigen al cuarto de castigo.

-¿De qué te ríes, número 8?
Eso, para ya o el castigo será aún peor.

Pero Kaim sigue riendo. Riendo a pleno pulmón.

Si lleno los pulmones con aire nuevo, ¿desaparecerá el hedor? ¿O acaso mi mente y mi cuerpo están ya tan podridos que no puedo librarme del hedor tan fácilmente? ¿Cuánto tiempo van a tenerme aquí encerrado? ¿Cuándo saldré de aquí? ¿Será demasiado tarde entonces? Cuando todo esto haya podrido, ¿seré menos una persona que una cosa, como cuando nuestras tropas contaban los cadáveres enemigos?

Kaim apenas puede respirar.

Es como si le sacaran el aire del pecho y el insoportable dolor lo llevara de vuelta del mundo de los sueños a la realidad.

¿Estaría en prisión en un pasado muy remoto? se pregunta a medias en el espacio entre el sueño y la realidad.

Ha tenido este sueño muchas veces ya, aunque bien podría llamarlo pesadilla. Después de despertar, intenta recordar, pero nada se le queda en la memoria. Aunque una cosa es segura: el aspecto de la cárcel y los guardias del sueño siempre es el mismo.

¿Podría ser esto algo que he vivido de verdad? Si es así, ¿cuándo ha sido?

No hay forma de que pueda decirlo.

Cuando está despierto del todo, esas preguntas que se hacía entre el sueño y la realidad se le borran de la memoria.

Se levanta con un grito, respirando con dificultad. Con el reverso de la mano se limpia los chorros de sudor de la frente, y todo lo que queda es un terror que hace que se estremezca. Siempre es así.

Ahora también. Habla entre dientes consigo mismo conforme intenta recuperar cualquier recuerdo que quede en un rincón distante de su cerebro. ¿Qué clase de vida ha tenido en el pasado?

Ahora también.

1000 años de sueños (cap3)


FLORES BLANCAS CAP3



Adorables flores blancas adornan la ciudad. Por todos los rincones de las calles, no en parterres o jardines dedicados a su cultivo, sino mezclándose de manera natural y en profusión con cada hilera de casas, como si los edificios y las flores hubieran crecido juntos.

Es el comienzo de la primavera y la nieve aún no ha desaparecido de las montañas cercanas, pero la refulgente luz solar baña ya la franja de océano que lame con delicadeza la orilla sur de la ciudad. Esta es una antigua y próspera ciudad portuaria. Todavía hoy, sus muelles son testigos cada día del ir y venir de trasatlánticos y cargueros.


Sin embargo, su historia está dividida claramente entre el "antes" y el "después" de un acontecimiento que sucedió un día hace mucho tiempo.



Aquí la gente prefiere no hablar sobre aquello; es la marca divisoria grabada en la cronología de la ciudad.



Los recuerdos son demasiado tristes para contar historias sobre ellos.

Kaim lo sabe y, por eso, ha regresado una vez más.

¿De paso? - le pregunta el dueño de la taberna.

Kaim responde al sonido de su voz con una leve sonrisa.

Supongo que está aquí por el festival. Debería tomarse su tiempo y disfrutarlo.

El hombre está de muy buen humor. Lleva bebiendo con sus clientes vaso tras vaso y tiene la cara bastante roja, pero nadie muestra signos de culparlo por excederse. Todos los asientos de la taberna están llenos y el aire retumba con las risotadas. De vez en cuando también se oyen voces felices que vienen del camino.

La ciudad entera está de celebración. Una vez al año este festival hace que la gente se divierta toda la noche hasta que sale el sol.

Espero que tenga habitación para esta noche, señor. Ahora es demasiado tarde para encontrar una, todas las posadas están a rebosar.

Eso parece.

Tampoco es que nadie vaya a ser tan tonto como para pasar una noche como esta tranquilamente en su habitación metido bajo las mantas.

El dueño de la taberna guiña un ojo a Kaim como si le dijera "usted no, señor, estoy seguro".

Esta noche vamos a celebrar la mayor y más divertida fiesta jamás vista, y todo el mundo está invitado, sean lugareños o no. Bebida, comida, juego, mujeres: dígame lo que quiere. Le puedo conseguir lo que desee.

Kaim toma un sorbo de su bebida y no dice nada. Planea permanecer despierto toda la noche, por lo que no ha alquilado una habitación; aunque tampoco piensa disfrutar del festival.

Kaim va a ofrecer una oración una hora antes del amanecer, cuando la noche es más oscura y profunda. Se marchará de la ciudad, movido por el sol de la mañana conforme este asome la cara entre las montañas y el mar. Al igual que hizo en su última visita.

Por entonces el dueño de la taberna, que hace unos minutos le contaba a uno de sus clientes habituales que su primer nieto estaba a punto de nacer, era solo un crío.

A esta invito yo. ¡Beba! - dice el dueño de la taberna, rellenando el vaso de Kaim mientras escudriña a este con recelo-. Viene para el festival ¿verdad?

En realidad no - dice Kaim.

¡No me diga que no sabía nada! ¿Quiere decir que ha venido de casualidad?

Me temo que sí.

Bien, si ha venido por negocios, olvídelo. Nadie hablará en serio en una noche tan especial como esta.

El dueño de la taberna le explica lo que de especial tiene esta noche.

Debe haber oído algo. Una vez, hace mucho, mucho tiempo, esta ciudad por poco quedó destruida del todo.

Hay dos clases de acontecimientos que dividen la historia en un "antes" y un "después": uno es el nacimiento o muerte de algún gran personaje, un héroe o un salvador. El otro es algo como una guerra, una plaga o un desastre natural.

Lo que dividió la historia de esta ciudad en un "antes" y un "después" fue un terrible terremoto.

Ocurrió sin previo aviso mientras la gente de la ciudad dormía profundamente; no tuvieron oportunidad de huir. Con un rugido se abrió una grieta en la tierra, y los caminos y los edificios se hicieron pedazos. Surgieron fuegos que se extendieron en un abrir y cerrar de ojos. Casi todos murieron

No puede ni imaginarlo. Todo lo que yo sé es lo que me enseñaron en la escuela. ¿Y qué significa el "Festival de la Resurrección" para un niño? Tan solo era algo que había ocurrido hace mucho tiempo. Vivo aquí y eso es todo lo que significa para mí, así que un viajero como usted probablemente no pueda ni hacerse una idea de cómo fue.

¿Así es como llaman a esta fiesta? ¿"Festival de la Resurrección"?

Pues sí. La ciudad resucitó desde su ruina total y se convirtió en esto. De eso trata la celebración.

Kaim sonríe a pesar de todo y apura el trago.

¿Qué es tan gracioso? - pregunta el dueño de la taberna.

La última vez que estuve aquí, lo llamaban el "Día Conmemorativo del Terremoto".

No era una fiesta con celebraciones desenfrenadas.

¿Qué está diciendo?, ¿Ha sido el "Festival de la Resurrección" desde que era niño.

Eso fue antes de que fuera lo bastante mayor como para recordar algo.

¿Cómo?

Y antes de eso, se llamaba "Consuelo de los Espíritus". Quemaban una vela por cada persona que murió, y rezaban para que descansaran en paz. Era una fiesta triste, con mucho llanto.

Habla como si usted mismo lo hubiera visto.

Lo vi.

El dueño de la taberna ríe con un fuerte resoplido.

Parece sobrio, pero debe de haber perdido la cabeza con el alcohol. Escuche, es la noche del festival, así que va a librarse aunque me haya tomado el pelo, pero no diga bobadas así delante de otra gente de la ciudad. Nuestros ancestros, incluidos los míos, son los que sobrevivieron por poco.

Kaim sabe bien lo que hace. Jamás esperó que el hombre le creyera. Solo quería averiguar por sí mismo si la gente de la ciudad aún trasmitía los recuerdos de la tragedia; si, detrás de sus caras sonrientes, todavía quedaba la pena que habían heredado desde la época de sus antepasados.

Cuando otro de los clientes lo llama, el dueño de la taberna deja a Kaim, pero primero le hace una advertencia.

Cuidado con lo que dice, señor. Ese tipo de tontería le meterá en un lío. De verdad. Piense en ello: ¡el terremoto ocurrió hace doscientos años!

Kaim no responde. En su lugar, bebe de su licor en silencio.

Entre los que murieron en la tragedia hace doscientos años estaban su esposa y su hija.

De todas las docenas de esposas y cientos de hijos que Kaim ha tenido en su vida eterna, la mujer y la niña que tuvo aquí le resultan especialmente inolvidables.

En aquellos días, Kaim tenía un trabajo en el puerto.

Solo estaban los tres: él, su esposa y su niñita. Vivían de forma sencilla y feliz.

El mismo tipo de días que habían precedido a hoy continuarían como mañanas sin fin.

Todos en la ciudad lo creían; incluidas la mujer y la hija de Kaim, por supuesto.

Pero Kaim no pensaba lo mismo.

Precisamente porque su propia vida era larga sin fin y en consecuencia había saboreado el dolor de innumerables despedidas, Kaim sabía demasiado bien que en la vida cotidiana de los humanos no había nada "para siempre"

Esta vida que su familia había llevado acabaría en algún momento. No podría continuar sin cambios. Sin embargo, esto no le provocaba pena alguna. Al negárseles él "para siempre", los seres humanos sabían cómo amar y valorar el aquí y ahora.

A Kaim le gustaba especialmente enseñarle flores a su hija, cuanto más frágiles y efímeras mejor.

Las flores que se abrían con el sol de la mañana y se marchitaban antes de que el sol se pusiera podían encontrarse en cualquier parte de la ciudad portuaria; adorables flores blancas que brotaban al comienzo de la primavera.

A su hija le encantaban las flores. Era una niña dulce que nunca cogería una flor que había luchado tan valientemente por abrirse. En su lugar, simplemente las miraba durante horas.

Ese año, también...

¡Mira que grandes son los capullos! ¡Están a punto de abrirse! - dijo felizmente al encontrar flores blancas en el camino cercano a la casa.

¿Mañana, tal vez? - preguntó Kaim en voz alta.

Seguro - dijo su mujer contenta. - Mañana levántate temprano y échales un vistazo.

Pobres flores - dijo la niña -. Son bonitas cuando florecen, pero se marchitan enseguida.

Tanto mejor - dijo la esposa de Kaim -. Da buena suerte verlas florecer. Eso lo hace más divertido.

Puede ser divertido para nosotros - respondió la niña -. Pero piensa en las pobres flores. Se esfuerzan tanto por abrirse y se marchitan el mismo día. Es triste...

Bueno, supongo que sí...

Una tristeza momentánea invadió la habitación, pero Kaim la disipó rápidamente con una risa.

Felicidad no es lo mismo que "longevidad" - dijo.

¿Qué quieres decir, papá?

Pues que no florezca durante mucho tiempo, pero la flor es feliz si puede ser la más bella y dar el mejor perfume que tiene mientras está abierta.

La niña parecía tener dificultades para comprender esto y simplemente asintió con un ligero suspiro. Entonces se puso a sonreír y dijo:

Si tú lo dices será verdad, papá.

"Tu sonrisa es más bonita que cualquier flor abierta."

Debería habérselo dicho. Después Kaim lamentó no haberlo hecho. Llegó a comprender que las palabras que había pronunciado tan a la ligera resultaron ser una especie de profecía.

Bueno, damisela - dijo -, si vas a levantarte temprano para ver las flores mañana por la mañana, será mejor que te vayas ya a la cama.

De acuerdo, papá, si es necesario...

Yo también me voy a la cama - dijo la mujer de Kaim.

Vale. Buenas noches, papá.

La mujer dijo a Kaim:

Buenas noches, querido, me voy a la cama de verdad. Buenas noches - respondió Kaim, disfrutando de una última bebida para calmar la fatiga del día.

Esas resultaron ser las últimas palabras que la familia compartiría.

Un violento terremoto asoló la ciudad "antes" del amanecer.

La casa de Kaim quedó reducida a un montón de escombros.



Los dos seres queridos de Kaim partieron mucho antes de poder despertar de su profundo sueño y ni siquiera tener la oportunidad de decirle "buenos días".

El sol de la mañana se elevó sobre una ciudad que había sido destruida en un momento.

Entre los escombros, las flores brotaban; las flores blancas que la hija de Kaim había ansiado tanto ver.

Kaim pensó en poner una flor como ofrenda para el frío cadáver de su hija, pero rechazó la idea.

No podía coger flores.

Comprendió que nadie, ningún ser vivo sobre la faz de la tierra, tenía el derecho de arrebatarle la vida a una flor que solo vivía un corto día.

Kaim nunca pudo decirle a su hija "ve al cielo primero y espérame: estaré allí dentro de poco"

Tampoco conocería jamás la alegría de reunirse con sus seres queridos.

Vivir mil años significaba soportar el dolor de mil años de despedidas.

Kaim continuó su largo viaje.

Un vertiginoso número de años y meses siguieron, años y meses en los que innumerables guerras y catástrofes naturales azotaban la tierra. La gente nacía y moría. Se amaban y se separaban de los seres queridos. Había alegrías imposibles de medir y penas igualmente incompensables. La gente se peleaba y discutía sin parar, pero también se amaba y perdonaba constantemente. Así se desarrollaba la historia conforme las lágrimas del pasado evolucionaban poco a poco en plegarias por el futuro.

Kaim continuó su largo viaje. Después de un tiempo, rara vez pensaba en la esposa y la hija con las que había pasado aquellos breves días en la ciudad portuaria. Pero nunca se olvidó de ellas.

Y en el transcurro de sus viajes, volvió a detenerse en la ciudad portuaria.

Conforme la noche se hacía más profunda, el barbullo de las multitudes aumentaba, pero ahora, según aparecía la luz en el cielo oriental, sin una señal de nadie, el ruido dio paso al silencio.

Kaim ha permanecido en la plaza central de la ciudad. Los juerguistas también han llegado hasta aquí de uno en uno, hasta que antes de que se diera cuenta, la plaza adoquinada se ha llenado de gente. Kaim siente una mano en su hombro:

¡No esperaba encontrarle aquí! - dice el dueño de la taberna.

Cuando Kaim le sonríe silenciosamente, el dueño de la taberna parece algo avergonzado y dice: Hay algo que olvidé contarle antes... - ¿Eh..?

Bueno, ya sabe, el terremoto sucedió hace mucho tiempo. Antes de la época de mi padre y de mi madre, incluso antes de la generación de mis abuelos. Puede que suene raro pero no puedo imaginar esta ciudad en ruinas.

Sé a qué te refieres.

En realidad creo que es probable que haya cosas en este mundo que no puedan olvidarse aunque no hayas llegado a vivirlas. Como el terremoto: no lo he olvidado. Yo no soy el único. Puede que sucediera hace doscientos años, pero nadie de la ciudad lo ha olvidado. No puedo imaginármelo, pero tampoco puedo olvidarlo.

Cuando Kaim asiente de nuevo para indicar que comprende las palabras de tabernero, una lúgubre melodía resuena en la plaza. Es la hora en la que el terremoto destruyó la ciudad.

Todos los reunidos, el dueño de la taberna y Kaim entre ellos, cierran los ojos, juntan las manos y ofrecen una oración.

Con los ojos cerrados Kaim ve las caras sonrientes de su esposa e hija muertas. ¿Por qué estas caras que creen con todo su corazón que mañana vendrá seguro son tan bellas y tristes?

La música termina.

El sol de la mañana se eleva en el horizonte.

Y por todas partes de la ciudad se abren innumerables flores blancas.

En doscientos años, las flores blancas han cambiado.

Los científicos han planteado la hipótesis de que el terremoto cambió la naturaleza misma de la tierra, pero nadie sabe la causa con seguridad.

La vida de las flores se ha alargado.

Cuanto antes se abrían y marchitaban en un solo día, ahora se mantienen en flor durante tres o cuatro días de una vez.

Humedecidas por el rocío de la noche, bañadas por la luz del sol, las flores blancas se esfuerzan por vivir la vida al máximo, embelleciendo la ciudad como si lucharan por vivir la parte de vida que se les negó a aquellos cuyos "mañanas" les fueron arrebatados para siempre.

1000 años de sueños cap2


El Retorno de un Héroe CAP2



Se encuentra solo entre una multitud de hombres toscos, dando cuenta de su bebida en un rincón de la única taberna de la vieja ciudad. Un hombre solitario cruza la puerta de la taberna. Recubre sus enormes proporciones el atuendo de un guerrero. Su sucio uniforme sugiere que viene de lejos. La fatiga se le refleja en la cara, pero sus ojos tienen un brillo penetrante, la mirada de un luchador en acción.

El ruido de la taberna se silencia al momento. Todas las miradas del lugar se clavan en el soldado con respeto y gratitud. Por fin ha terminado la larga guerra contra el país vecino, y los hombres que han luchado en el frente vuelven a casa. Ese es el caso de este militar.

El soldado se sienta en la mesa de al lado de Kaim y engulle un trago de licor con la contundencia de un bebedor habitual, un hombre que bebe para matar su dolor.



Dos, tres, cuatro...

Otro cliente, el típico rufián de ciudad, se le acerca con una botella en la mano y una sonrisa obsequiosa.

Deja que te ofrezca un trago - dice el hombre -, como muestra de gratitud por tus heroicos esfuerzos por la patria.

Sin sonreír, el soldado deja que el hombre llene su copa.

¿Cómo ha sido estar en el frente? Apuesto a que realizaste muchas hazañas en el campo de batalla.

El soldado vacía su copa en silencio. El rufián se la vuelve a llenar y muestra una sonrisa aun más zalamera.

Ahora que somos amigos, ¿qué tal si me cuentas algunas historias de la guerra?. Tus brazos son grandes y fuertes, ¿a cuántos soldados enemigos matas...?

Sin mediar palabra, el soldado arroja el contenido de su copa a la cara. El rufián se pone hecho una furia y saca un cuchillo. En cuanto sale de la vaina, el puño de Kaim lo lanza volando por el aire. Ante la poderosa unión de Kaim y el soldado, el rufián sale corriendo mascullando maldiciones.

Los dos hombres lo ven huir y comparten una débil sonrisa. A Kaim no le hace falta hablar con el soldado para saber que vive en una profunda tristeza. Por su parte, el soldado, tras haber engañado a la muerte en repetidas ocasiones, es consciente de la sombra que acecha en la expresión de Kaim.

El barullo volvió a la taberna. Kaim y el soldado comparten unas bebidas.

Tengo una esposa y una hija que no he visto desde que me enrolé - dice el soldado- hace ya tres largos años.

Por primera vez se permite sonreír tímidamente mientras saca del bolsillo una foto de su mujer y su hija y se la enseña a Kaim: la esposa es una mujer de lozana frescura, la hija es aún muy joven.

Ellos son la razón por la que he sobrevivido. La idea de volver vivo a casa con ellos era lo que me daba fuerzas en el combate.

¿Tu hogar está lejos de aquí?

No, mi pueblo está justo tras el siguiente paso. Estoy seguro de que han oído que la guerra ha terminado y están deseando que vuelva.

Si él quisiera podría estar en casa esta noche. Está muy cerca.

Pero...- El soldado acaba el trago de licor y gruñe- Tengo miedo.

¿Miedo?, ¿De qué?

Quiero ver a mi esposa y a mi hija, pero tengo miedo de que me vean. No sé cuántos hombres habré matado en estos tres años. No tuve elección. Tuve que haberlo para seguir vivo. Si quería volver con mi familia, no tenía otra opción salvo matar un soldado enemigo tras otro, y cada uno de ellos tenía una familia que había dejado en casa. Para sobrevivir en el combate, tenías que seguir matando para que no te mataran. En el frente no tenía tiempo para pensar en esas cosas. Estaba ocupado intentando sobrevivir. Aunque ahora lo veo, ahora que la guerra ha terminado. Hay tres años de pecados grabados en mi cara. La cara de un asesino. No quiero enseñar esta cara a mi mujer y a mi hija. El soldado saca una bolsa de piel de la que extrae una pequeña piedra. Le dice a Kaim que es una gema sin pulir, algo que encontró poco después de marchar al campo de batalla.

¿Una gema?- pregunta Kaim sin convencimiento -. La piedra de la mesa es de un negro apagado sin indicios del brillo que debería tener una gema.

Brillaba cuando la encontré. Estaba seguro de que a mi hija la encantaría cuando se la llevara a casa. Pero, poco a poco, la piedra perdió su brillo y se volvió oscura. Cada vez que mataba a un soldado enemigo, algo parecido a la mancha de su sangre aparecía en la superficie de la piedra. La piedra está manchada con los pecados que he cometido. La llamo mi “piedra de los pecados”.

No tienes porqué sentirte tan culpable. Tuviste que hacerlo para seguir vivo.

Lo sé -dice el soldado-. Lo sé. Pero aun así... Al igual que yo, los hombres que maté tenían pueblos a los que volver y familias que los esperaban allí.

El soldado hace una pausa antes de dirigirse de nuevo a Kaim:

Supongo que tú también tendrás familia. Kaim niega con la cabeza.

No -dice-. No tengo familia.

¿Un pueblo al menos?

No tengo hogar al que volver.

Un eterno viajero, ¿eh?

Pues sí. Ese soy yo.

El soldado sonríe un poco y muestra a Kaim una sonrisa amarga. Cuesta decir cuánto cree lo que Kaim le ha dicho. Desliza su “piedra de los pecados” en la bolsa de piel y le dice:

¿Sabes lo que creo? Si la piedra se vuelve más oscura cada vez que quita una vida, debería recuperar algo de su brillo cada vez que salve una vida.

En lugar de responder, Kaim apura las últimas gotas de su licor de su copa y se levanta de la mesa. El soldado permanece en su silla y Kaim, mirándole fijamente, le da un consejo:

Si tienes un lugar al que volver, deberías volver. Tan solo ve, por mucho que te abrume la culpa. Estoy seguro de que tu esposa y tu hija lo entenderán. No eres un criminal. Eres un héroe: luchaste con el corazón para seguir vivo.

Me alegro de haberte conocido - dice el soldado - . Necesitaba oír eso.

Le ofrece la mano derecha a Kaim, y éste se la estrecha.

Espero que tus viajes vayan bien - dice el soldado.

Los tuyos acabarán pronto - dice Kaim con una sonrisa dirigiéndose a la puerta.

Justo entonces el rufián se lanza contra Kaim desde detrás, pistola en mano.

¡Cuidado! - grita el soldado, lanzándose hacia Kaim. Conforme Kaim gira, el rufián apunta y grita:

¡A mí nadie me trata así, hijo de perra!

El soldado salta entre los dos hombres y recibe un balazo en el abdomen.

Y así, tal y como ansiaba hacer, el soldado ha salvado una vida. Irónicamente, el soldado ha dado su única vida por la de Kaim, un hombre que no puede envejecer ni morir.

Tumbado en el suelo, casi inconsciente, el soldado pone la bolsa de piel en la mano de Kaim.

Mira mi “piedra de los pecados”, por favor. Quizás... quizás - dice sonriendo débilmente - , haya recuperado algo de su brillo.

La sangre brota de su boca, ahogando la risa.

Kaim mira dentro de la bolsa y dice:

Ahora brilla. Está limpia.

¿De verdad? - jadea el soldado - . Bien. Mi hija se pondrá muy contenta...

Sonríe con satisfacción y extiende la mano en busca de la bolsa. Con cuidado, Kaim coloca la bolsa en la mano del hombre y cierra sus dedos sobre ella. El soldado exhala su último aliento y la bolsa cae al suelo. La cara del hombre muerto tiene una expresión de paz.

Sin embargo, la “piedra de los pecados” del hombre, que se ha deslizado de la bolsa, sigue negra como siempre.


De este capitulo es del que haremos un corto

1000 Años de sueños (Cap1)


Voy a hacer una recopilacion de todos los capitulos de este espectacular libro (aunque nunca se publico), se trata de una serie de relatos que te van contando las vivencias de kaim, un inmortal que vivio 1000 años. Ire subiendo segun vaya encontrando los capitulos, ya me direis que os parecen






MIL AÑOS DE SUEÑOS (Cap. 1)


LA PARTIDA DE HANNA

Los miembros de la familia tienen los ojos llorosos cuando dan la bienvenida de nuevo a la posada a Kaim tras su largo viaje.

Muchísimas gracias por venir.

Kaim comprende la situación al instante. La hora del adiós está cerca. Pronto, demasiado pronto. Pero ya se sabía que este día llegaría tarde o temprano, y no en un futuro lejano. “Puede que no te vuelva a ver más”, le había dicho ella con una triste sonrisa cuando partió de viaje. Estaba acostada en la cama, sonriendo con su rostro de blancura casi trasparente, terriblemente frágil, y por ende indescriptiblemente bello.



¿Puedo ver a Hanna?

El Posadero asiente ligeramente la cabeza.

Pero no creo que vaya a reconocerte.

Le advierte a Kaim que no ha abierto los ojos desde anoche. El ligero movimiento de su pecho indica que aún se aferra a un frágil hilo de vida, pero podría romperse en cualquier momento.

Qué pena...Sé que para ti era muy importante venir a verla...

Otra lágrima resbala por la mejilla de la mujer.

No te preocupes, no pasa nada - la tranquiliza Kaim.

Ha presenciado innumerables muertes, y su experiencia le ha enseñado mucho. La muerte arrebata el habla en primer lugar. Luego la vista. Sin embargo, lo que sí aguanta hasta el final es el oído. Aunque el enfermo pierda la conciencia, no es extraño que las voces de los familiares provoquen sonrisas o lágrimas.

Kaim rodea con su brazo el hombro de la mujer.

Tengo muchas historias de viajes para ella. Llevo esperando esto todo el tiempo que llevo fuera. En lugar de sonreír, la mujer deja escapar otra gran lágrima y asiente.

Y Hanna esperaba poder oír tus historias - dice con palabras entrecortas por el llanto. El posadero interviene. - Ojalá pudiera pedirte que descansaras del viaje antes de verla, pero...

Por supuesto, la veré ahora mismo - dice Kaim, interrumpiendo la disculpa del hombre.

Queda muy poco tiempo. Hanna, la única hija del posadero y de su esposa, probablemente no pase del próximo amanecer. Kaim deja su equipaje en el suelo y abre la puerta sin hacer ruido la puerta del cuarto de Hanna.

Hanna fue muy débil desde su nacimiento. Lejos de disfrutar de la oportunidad de viajar, apenas había salido del pueblo, siquiera del vecindario, donde había nacido y crecido. El médico había dicho a sus padres que aquella niña difícilmente llegaría a adulta. Los dioses habían reservado un triste destino para aquella diminuta niña de rasgos de muñeca extraordinariamente bellos. Tal vez los propios dioses trataran de expiar esta cruel injusticia haciendo que la niña fuera la hija única de los dueños de una pequeña posada de carretera.

Hanna no podía ir a ninguna parte, pero los huéspedes de la posada de sus padres le solían contar historias sobre ciudades, países, paisajes y gentes que ella nunca conocería. Cuando un nuevo huésped llegaba a la posada, Hanna siempre desplegaba su batería de preguntas: “¿De dónde eres?”, “¿A qué te dedicas?”, “¿Me cuentas una historia?”.

Solía sentarse y escuchar aquellas historias con ojos brillantes y vivos. Instaba al viajero a pasar rápido al siguiente episodio con un “¿Y luego?, ¿Y Luego?”. Cuando se marchaban, siempre les rogaba: “¡Por favor, vuelve y cuéntame montones de historias sobre países lejanos!”. Solía quedarse despidiendo con la mano al viajero hasta que desaparecía de la vista por la carretera. Luego soltaba un melancólico suspiro y volvía a la cama.

Hanna duerme profundamente. No hay nadie más en la habitación, lo que tal vez indica que hace tiempo que los médicos la dieron por perdida. Kaim se sienta en una silla cercana a la cama y la saluda con una sonrisa. - Hola, Hanna. He vuelto.

Ella no responde. Su pequeño pecho, que aún no tiene los rasgos del de una adulta, sube y baja casi imperceptiblemente.

Esta vez fui más allá del océano - le cuenta Kaim -. El océano del lado desde el que sale el sol. Tomé un barco en un muelle lejos, lejísimos, mucho más allá de las montañas que ves desde la ventana, y estuve en alta mar desde el momento en que la luna era un círculo perfecto en el cielo, mientras fue haciéndose cada vez más pequeña y luego cada vez más grande, y hasta que estuvo llena de nuevo. Allá donde alcanzaba la vista no había más que mar. Tan solo agua y cielo. ¿Te lo imaginas, Hanna? Nunca has visto el mar, pero estoy seguro de que la gente te habrá hablado sobre él. Es como un charco enorme e infinito.

Kaim se ríe para sí mismo y parece que las mejillas pálidas de Hanna se mueven ligeramente. Puede oírlo. Aunque no pueda hablar ni ver, sus oídos aún están vivos. Kaim, convencido y confiado en que eso sea verdad, continúa el relato de la historia de sus viajes. No dice palabras de despedida. Como siempre con Hanna, Kaim sonríe con una dulzura que nunca ha tenido con nadie más, y prosigue narrando sus historias con una voz alegre, que a veces incluso acompaña de gestos exagerados.

Le habla del océano azul. Le habla del cielo azul. Pero no le dice nada sobre la despiadada batalla naval que tiño de rojo el océano. Nunca le habla sobre esas cosas.

Hanna aún era una niña cuando Kaim se hospedó por primera vez en el hostal. Cuando, con su dicción infantil y su sonrisa inocente, ella le asaltó con sus preguntas sobre su origen y le pidió que le contara sus historias, Kaim sintió algo dentro de su pecho.

Aquella vez volvía de una batalla. Más exactamente, había terminado una batalla e iba camino a otra. Su vida consistía en vagar de un campo de batalla a otro, y nada de eso ha cambiado desde entonces. Ha sesgado la vida a innumerables soldados enemigos y presenciado la muerte de infinidad de camaradas en el campo de batalla. En realidad, lo único que separa a los enemigos de los camaradas es una mera cuestión de suerte. Si las ruedas del destino hubieran girado de manera diferente, sus enemigos habrían sido camaradas y sus camaradas, enemigos. Tal es el sino del mercenario.

En aquella época, su ánimo estaba destrozado y se sentía insoportablemente solo. Como ser inmortal, Kaim no temía la muerte, razón por la que los rostros de los otros soldados están deformados por el miedo, y por la que el rostro de cada hombre murió sufriendo quedó grabado a fuego en su memoria.

Normalmente, solía pasar las noches bebiendo en la carretera. Sumiéndose en el sopor etílico - o fingiendo sumirse en él - intentaba obligarse a olvidar lo inolvidable.

No obstante, cuando vio la sonrisa de Hanna al pedirle que le contara historias sobre su largo viaje, sintió un consuelo más cálido y profundo del que nunca hubiera obtenido del licor.

Le habló de muchas cosas... De una flor preciosa que descubrió en el campo de batalla. De la belleza cautivadora de la bruma cuando invade el bosque la noche previa al combate final. Del incomparable sabor del agua del manantial de un barranco en el que sus hombres y él se habían refugiado tras haber perdido una batalla. Del vasto e inabarcable cielo azul que vio tras una batalla.

Nunca le contaba nada triste. Omitía todo lo referente a la mezquindad del ser humano y la estupidez que presenciaba sin cesar en el campo de batalla. Le ocultó su condición de mercenario, las razones que le llevaban a viajar constantemente, y le hablaba solo de cosas bonitas, dulces y agradables. Ahora comprende que si le contó a Hanna ese tipo de historias bonitas sobre sus viajes no fue tanto por no corromper la inocencia de la niña, sino por el bien de sí mismo.

Quedarse en la posada en la que Hanna esperaba verle de nuevo terminó por convertirse en uno de los pequeños placeres de la vida de Kaim. Narrarle los recuerdos con los que volvía de sus viajes le hacía sentir una ligera redención, por tenue que fuera. Su amistad con la niña continuó cinco años, diez años. Poco a poco, ella se acercaba a la edad adulta, lo que significaba que, tal como los médicos habían predicho, cada día se acercaba más a la muerte.

Y ahora, Kaim termina la última historia de viajes que compartirá con ella. No podrá volver a verla, no podrá contarle sus historias de nuevo. Antes del alba, cuando la oscuridad de la noche alcanza su cenit, las puertas en la respiración de Hanna se vuelven más largas. El frágil hilo de vida está a punto de ceder mientras Kaim y sus padres la cuidaban. La lucecita que anidó en el pecho de Kaim se apagará. Sus solitarios viajes, esos largos viajes sin fin, comenzarán de nuevo mañana.

Pronto estarás partiendo hacia tus propios viajes, Hanna.- le dice Kaim con dulzura.- Partirás a un mundo que nadie conoce, un mundo que nunca ha aparecido en las historias que has oído hasta ahora. Por fin podrás dejar tú cama y vagar por donde quieras. Serás libre.

Quiere hacerle saber que la muerte no es sufrimiento, sino una mezcla de alegría y lágrimas. - Ahora te toca a ti. Procura contarle a todo el mundo los recuerdos de tu viaje.- Sus padres harán ese mismo viaje algún día. Y algún día Hanna podrá reencontrarse más allá del cielo con todos los huéspedes que conoció en la posada.

Y yo, sin embargo, nunca viajaré allí. Nunca podré escapar de este mundo. Nunca te volveré a ver.

Esto no es una despedida. Es solo el comienzo de tu viaje. - Le dice una última cosa.- Nos volveremos a ver. Es su última mentira.

Hanna parte hacia su viaje. En su rostro aparece una sonrisa tranquila, como si acabara de decir un “hasta pronto”. Sus ojos no volverán a abrirse. Una solitaria lágrima resbala lentamente por su mejilla.

Bienvenidos¡¡


Esta es una pagina de literatura, pero no cualquier literatura.

En esta pagina ire subiendo pequeños fragmentos o pequeñas historias que no han llegado a publicarse. Para que estas pequeñas obras de arte tambien tengan su rincon en la web y no caigan en el olvido

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